Aunque no te lo parezca, no existen buenas o malas emociones. Las emociones nos protegen y hacen de puente, entre lo que necesitamos y nuestro entorno, afín de satisfacer nuestras necesidades. Son una energía en el cuerpo.
Las emociones son el lenguaje del cuerpo. Desencadenan un torrente de corrientes neuronales, secreciones endocrinas y cambios fisiológicos. James y Longe identifican la emoción, como una respuesta consciente de nuestra fisiología o sensación física, a cualquier estímulo, que la provoque.
“Siento un no sé qué en el vientre” “Tengo una opresión en el pecho” “No siento mis piernas” son expresiones conocidas de cada uno. El lenguaje de las emociones, provoca estados internos, difíciles de controlar, a menos que seamos un avisado investigador del lenguaje emocional.
Daniel Goleman, describe la “inteligencia emocional” como la capacidad de reconocer nuestras emociones y las de los demás y hacer un buen uso de ellas, tanto en la relación a nosotros mismos, como con los demás. Las personas poseedoras de esta importante habilidad, poseen facilidad al comunicar, liderar, resolver conflictos, gestionar cambios y trabajar en equipo.
Las emociones son estados afectivos internos, que nos permiten adaptarnos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Con el miedo, nos protegemos y con la ira, nos defendemos Son una manera inteligente, de expresar nuestros impulsos más básicos, de supervivencia, necesidad de seguridad, amor o libertad.
¿Cómo se expresan las emociones?
Su expresión es inmediata y algunas de las vías corticales vinculadas a la emoción, no pasan por las áreas corticales vinculadas al pensamiento. Cuando experimentamos una emoción (miedo, sorpresa, aversión, ira, alegría y tristeza, emociones básicas) percibimos la realidad, bajo un filtro determinado.
¿Pero qué ocurre cuando NO EXPRESAMOS nuestras emociones? Seguramente, no hemos tampoco sabido expresar nuestra necesidad y esa insatisfacción en lugar de liberarla, bajo forma de emoción, la reprimimos.
La energía de la emoción, que tendría que fluir en un movimiento de adentro hacia afuera de manera natural, se queda estancada, provocando un bloqueo. Este bloqueo «somático», se traduce en el cuerpo en tensión muscular, en limitaciones en la manera de auto dirigirnos, de sostenernos o movernos y en una capacidad reducida, de recuperar el equilibrio y el bienestar.
Nuestras tensiones en el cuerpo, tienen, a menudo, su origen, en conflictos internos o experiencias que tuvimos de niños y que no supimos manejar.
Si no podemos canalizar una emoción, su energía nos domina y si somos dominados, perdemos el control.
¿Cómo cambiar esta situación y tener una mejor gestión de nuestras emociones?
Primero: es importante aceptar la emoción y comprender su poder, su intención positiva, la manera en que nos permite responder a una situación de placer o displacer.
Sentir rabia o ira ante una situación es una manera de afirmarse. Sentir miedo, nos permite protegernos, huir del peligro y actuar en consecuencia. Sentir tristeza, nos ayuda a expresar nuestra desolación. Si no tuviéramos miedo ante el peligro, no podríamos reaccionar ante él.
Segundo: aprender a expresar nuestras emociones, nos ayuda a reconocer y también a expresar nuestras necesidades, así como a evitar un sinfín de malentendidos y frustraciones.
Tercero: el punto más esencial, es liberar las tensiones corporales y los bloqueos procedentes del conflicto emocional.Recuperamos nuestros movimientos y la vitalidad que fluye en el cuerpo de manera natural.
Los beneficios físicos y mentales de la gestión emocional
Si sabemos expresar nuestras emociones, viviremos con mayor tranquilidad y bienestar.
Desarrollamos una mayor capacidad de autogestión y transformación frente a experiencias negativas. Recuperamos el poder de expresar nuestras necesidades y la capacidad de satisfacerlas.
Sanamos nuestro cuerpo-mente y podemos aprender a dirigirnos, no hacia donde nos dirigen nuestros conflictos internos o bloqueos, sino hacia la dirección donde se expresan nuestros talentos y potencial.
¿Cuales son las claves para identificar una emoción negativa y cambiarla.
1) Tomar consciencia. Ser consciente de nuestras emociones negativas, es un primer paso para cambiarlas.
Ignoramos muchas veces, que tipo de situaciones o conductas nos hacen reaccionar emocionalmente. Hablar con ciertos compañeros, colegas e incluso nuestro conjugue, puede despertar emociones reactivas y mecanismos de defensa, que impedirán una buena comunicación.
Tomar decisiones, puede ser fuente de estrés para algunos y someterlos a estados de confusión emocional interna. Hablar en público, es motivo de pánico, para otros.
Estar atentos a las situaciones, que nos provocan esos estados internos afectivos y aceptarlas como tales, trabajando para su resolución, puede ser una vía para evitar el conflicto emocional (con nosotros o con terceros) y minimizar sus consecuencias.
2) Identificar las reacciones corporales al experimentar una emoción. El cuerpo no miente y traduce con precisión las reacciones fisiológicas ligadas a la emoción ya sean placenteras o desagradables. En el caso de la ira, nuestro cuerpo se tensará y en la tristeza, es muy posible que sintamos opresión en el pecho. Cuando expresamos emociones positivas, nos sentimos liberados, abiertos y enérgicos.
La sensación corporal, permite identificar la expresión emocional y facilita también su disolución. Con un mínimo de atención a lo que sucede en nuestro cuerpo, identificaremos ese lenguaje silencioso.
3) Acallar el efecto emocional en nuestra mente por la vía corporal, es una alternativa para invertir o parar la respuesta adaptativa a la cual estamos habituados. Eso requiere un cierto control corporal, pero con un entrenamiento adecuado, es beneficioso para todos.
Pongamos el ejemplo: En situaciones donde nos sintamos intimidados, tenderemos a hundir nuestro pecho, entrar nuestros hombros y bajar la cabeza, en definitiva nos reduciremos o nos haremos pequeños, para ser vistos lo menos posible.
Lo contrario, es también cierto y en una situación de confianza, nos relajaremos, dando rienda suelta, a nuestros gestos y movimientos.
Modificar nuestra postura, enderezarnos, abrir los hombros, erguir la cabeza, cambiar nuestra relación al espacio, cambiar de posición, son pequeñas e interesantes pautas para cambiar nuestra experiencia emocional, abriendo un nuevo camino diferente al habitual y conocido. Damos otra información al cerebro y condicionamos nuestras conductas y expresión, de manera distinta y nueva.
4) Respirar. Respirar es un buen antídoto a la falta de control de nuestras emociones, pues permite una buena oxigenación del organismo, reduciendo el ímpetu del sistema nervioso de activación, el sistema nervioso autónomo simpático. No en vano, respiramos varias veces, al sentirnos enfadados, para no reaccionar o hablar bajo efectos de la ira.
Una respiración profunda, puede llegar invertir cualquier proceso emocional de estrés y restablecer el equilibrio.
5) Elegir las emociones que queramos vivir. Existen emociones positivas (el amor, la alegría, la sorpresa) y negativas (miedo, tristeza, ira). Si bien cambiar una emoción no parece fácil, si podemos decidir dar rienda suelta a estados emocionales desagradables o por el contrario evitarlos, eligiendo cambiar nuestros pensamientos y creencias y adquiriendo un mejor control de la situación. La vida es corta y da más de sí, si la podemos vivir felizmente.
Mejorar nuestros movimientos y posturas es una buena alternativa para recuperar un sistema emocional sano, ordenado y sin desbarajustes. La integración de nuestros movimientos, permite a nuestro organismo, ser funcional y creativo, evitando excesos de toda índole. El sentir de nuestro cuerpo, abre las puertas a la vía del reconocimiento emocional y a través de la autorregulación, a la sanación.
A través de nuestra postura, podemos acceder a actitudes de creatividad y templanza para mejorar nuestras acciones y reacciones, pues a través de nuestro cuerpo en movimiento conseguimos flexibilidad, alineación, seguridad, estabilidad y dinamismo. Alinearnos físicamente, tiene su vertiente mental y emocional y todo cambio en una área del sistema nervioso (área motora o somática) influirá de manera determinante en otras áreas del cerebro (emocional, cognitiva) por contagio del tejido cerebral.
La integración corporal, mejora nuestras actitudes implicando, pensamientos, percepciones, sentimientos, emociones y acciones.
Elegir nuestras emociones y su manifestación, nos hace personas más maduras y completas. Actuamos con reversibilidad, pudiendo detener y reorientar nuestros impulsos o expresiones emocionales.
Si queremos cambiar nuestras actitudes y ser más eficientes, no nos queda más que escuchar y reconocer el lenguaje silencioso de nuestras emociones.
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